martes, 15 de marzo de 2011

Quédate conmigo

Abrí los ojos lentamente, levantando la cabeza para observar el exterior de la oscura habitación a través de la ventana. El sol se ocultaba en el horizonte, y una tenue luz anaranjada entraba en el lúgubre espacio en el que me encontraba. Lo reconocí como mi propia habitación, en la que, sin duda, me había quedado dormido sin darme cuenta, con la cabeza apoyada en el inmaculado escritorio blanco. A mi lado permanecía mi inseparable MP4, marcando una canción pausada en su pantalla. “The path was closed”, pude leer. Decidí apagarlo y meterlo de vuelta en el cajón correspondiente de la mesilla de noche, cerca del escritorio. Observé que la cama tenía unas sábanas blancas únicamente, perfectamente colocadas.

Me levanté finalmente de la silla para comprobar si había alguien en casa. Crucé la habitación a paso ligero y agarré el frío pomo de la puerta para abrirla. Sin embargo, ésta no cedió. Lo intenté nuevamente, pero la puerta permanecía impasible, cerrada, manteniéndome preso en mi propia habitación.
Me notaba extrañamente cansado, mientras que el hecho de no poder salir me empezaba a poner nervioso. Moví el pomo agitadamente, empujando la puerta y, posteriormente, golpeándola con el puño, pero nadie llegó para ayudarme.

- ¿Es que quieres salir? - Escuché a mis espaldas. Una voz fría y apagada me hablaba cerca del oído, con un tono triste y lúgubre. - ¿No quieres quedarte aquí?

Evité girarme, puesto que un miedo intenso empezaba a apoderarse de mí. Un sudor frío recorrió todo mi cuerpo, empapando mi espalda, mi cara y mis manos, que permanecían agarrando el gélido pomo.

- ¿De verdad vale la pena luchar tanto? - Repitió, con el mismo tono oscuro. - Aquí se está mejor... es mucho más agradable. No tienes que enfrentarte al dolor, a la agonía, a la tristeza...

Empezaba a desesperarme. Solté el pomo y me senté lentamente en el suelo, agarrando mis piernas. Noté entonces que no llevaba puestas las gafas que solía usar.

- Sólo tienes que aceptarlo... ¿Acaso sirve de algo negar lo evidente? - Siguió, dándome argumentos que resultaban cada vez más convincentes para evitar salir de allí corriendo, aunque me fuese físicamente imposible.

- Calla... - Susurré, negándolo. El miedo de acabar convencido me llenaba. Me negaba a acabar así.

Lentamente, se sentó a mi izquierda, apoyando su fría cabeza sobre mi hombro humedecido por el sudor. Me cogió la mano suavemente, dejándome notar el suave y helado tacto de la suya. Giré la cabeza en dirección a él, con alguna curiosidad acerca de su aspecto.

Admití que tenía cierta belleza. Su pelo negro, suave y corto brillaba ligeramente con los, cada vez más tenues, rayos de sol anaranjados. Permanecía con los ojos entrecerrados, unos ojos oscuros y extrañamente apagados, casi sin vida. Era sorprendentemente pálido, lo que le daba una curiosa belleza, y su única vestimenta, una túnica del mismo blanco que las sábanas que cubrían mi cama, hacían juego con su clara piel. Mientras le observaba, llegué a olvidar la situación en que me encontraba. El joven me había fascinado por completo, ese joven de voz triste y piel gélida.
Finalmente, giró su cara hacia mí y me miró directamente a los ojos, con una mirada fija y triste.

- ¿No quieres quedarte aquí...? - Repitió una vez más. - Quédate conmigo...

Acercó lentamente su cara a la mía, cerrando por completo sus ojos. Sin poder evitarlo y, en cierto modo, sin quererlo, besé sus fríos labios carnosos. Era una sensación extraña, pero a la vez placentera. Tras unos instantes, separamos nuestros labios y, con los ojos todavía cerrados, me abrazó suavemente.

- ¿Te quedarás conmigo...? - Susurró a mi oído, con un tono ligeramente más alegre.

Asentí con la cabeza, notando que finalmente había abandonado el miedo y la desesperación. O quizás ellos me habían abandonado a mí. Mientras el joven se levantaba y me agarraba la mano para levantarme, un pitido agudo y seco empezó a sonar en la distancia. Sin embargo, ya no me importaba. Había aceptado finalmente lo inevitable, había dejado de luchar.

Mientras, las lágrimas de dolor empezaban a derramarse en una lúgubre habitación de un hospital, vagamente iluminada por la luz del atardecer que entraba por la ventana cerrada.

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El primer relato de este prometedor blog. Espero que sea de vuestro agrado.
~Hitori~

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